Los equipos españoles han logrado copar 3 de 4 posibles finalistas en las competiciones europeas. Ha ganado el Real Madrid y hemos tenido la dosis habitual de fútbol aumentada hasta el fabuloso paroxismo celebrando las alegrías de unos y las tristezas habituales de otros.
Y además es año de Eurocopa, una competición casi doméstica porque las selecciones nacionales se conocen al dedillo. Una competición esquizofrénica, rápida, inmisericorde que cuenta con victorias hispanas en las dos últimas ediciones. Martillo y yunque, nuestra selección deberá de hacer olvidar el fracaso del último Mundial.
Y además, más tarde, llegando el verano a su época de sopor y esplendor máximo (es decir, agosto) las Olimpiadas harán de nuevo de vara de medir de las escuadras de medio mundo para, sin descanso, casi dar el pistoletazo de salida a la Liga a finales de mes (después de jugar Supercopa de Europa y de España). En fin, que esto es un no parar, solaz y feliz para algunos y una tortura para otros (no se nos olvide que hay programas del corazón que se emiten a diario y muchos no nos quejamos).
Pero tanto fútbol nos ha hecho desde mi punto de vista olvidar épocas no sé si mejores, pero desde luego con más estilo, más elegancia, más si me permiten, “encanto”. Ahora los futbolistas son masas hercúleas de perfectos torsos depilados, o lienzos donde al más puro estilo de la NBA se empeñan en contar su relación con el karma, Dios, su familia o el universo.
Por no hablar de esos peinados, que serán sin duda objeto de nostalgia en décadas venideras pero que para mí son excusa para decir lo de que en el estilo del fútbol cualquiera tiempo pasado sí fue mejor. ¿Cuánto tiempo pasarán en el peluquero para lograr esas obras de arte?
Empezamos por el único, el irrepetible. El tío más cool (y perdón por el anglicismo) del universo. Suya fue la frase que dijo que si él hubiera sido feo, nadie hubiera conocido a Pelé. Y también dijo que utilizó la mitad de su fortuna en mujeres y alcohol. El resto la desperdició. Es el quinto Beatle.
A ver cómo lo explicamos. La persona más chula del mundo debería de vivir 3 vidas para poder estar a la altura de este hombre. Buen jugador. Excepcional, para más señas. Guapo, chulo, malencarado o adorable, bebedor empedernido. Decir sus títulos (Balón de Oro y dos copas de Europa incluidas) no aplica. Aquí sólo aplica la manera de jugar que era la misma que tenía de vivir. Elegante, zurda de terciopelo, melena al viento y calidad a raudales. Si George Best hubiese querido ser el mejor de la Historia, lo hubiese sido. Y no es exageración aceptada por el guión. Y como bien dijo, “que me he acostado con cualquier mujer que he querido. Cualquiera. Si quieres exagerar diría que me he acostado con 100 mil mujeres pero sólo me he acostado con todas las que he querido”.
No vamos a hablar de Maradona. Es muy obvio. Su pelo y su estilo son tan inconfundibles que de manidos se han quedado fuera. Pero hablaremos de otro argentino, Mario Alberto Kempes. El Matador. Parecía que venía de asaltar un supermercado o de rematar un concierto con Barricada y en realidad era un tipo tranquilo, frío que conducía su selección y al Valencia con la finura de un cirujano. Desde luego no parecía ser una de las mejores zurdas del mundo, ganador en la Argentina de la dictadura en el 78 de ese mundial así como una Copa del Rey, una Recopa y un trofeo Pichichi con el equipo del Turia donde jugó desde el 77 al 81.
Juanito. Su garra, sus narices (por no decir otra cosa) aún siguen estallando cada minuto 7 en Chamartín. Hombre de claroscuros en el campo que se le perdonaban porque nadie era como él. No hablar del pisotón (de hecho son dos pisotones) a Matthaus es obviar lo que le hacía grande, ya que después se congració con el alemán regalándole un capote y una espada. ¿Quién coño hace eso?
Malagueño, su aspecto era de “chuleta” de barrio, que sabía el terreno que pisaba porque no había nada más grande que Madrid y todo lo demás era menos. Casinos, tablaos, botellazos y carácter suficiente para ganar partidos él solo “90 minuto en el Bernabéu son moto longui” le increpó a un jugador del Inter. Y vaya si lo fueron.
Suficiencia espiritual que se marchó al cielo de Madrid (no va a estar en cualquier sitio) un abril del 92 con solo 37 años, después de estar 10 en Chamartín, del que dice su hijo “mi padre era más madridista que Santiago Bernabéu”. Valdano en su época en Vitoria explicaba que él iba a Burgos (por aquél entonces jugaba allí) “no para ver al equipo sino para ver a Juanito”. Para él se hizo la frase que no importa cuánto vivas, sino cómo vivas. Y aún hoy se le echa mucho de menos.
No quiero olvidarme de la elegancia hecha juego. El holandés Van Basten. El holandés errante. Los madridistas escuchan su nombre con una mezcla de pavor y admiración, su carácter llenaba el campo de manera silenciosa, fría, casi quirúrgica. Su juego era como su aspecto, parecía que debías de darle las gracias por que metiera dos goles con sus eternas piernas que parecían jugar a una velocidad “estúpidamente lenta” como dijo un rival suyo.
https://www.youtube.com/watch?v=KysjEyRsZ_k
Elegante, alto, guapo y con planta de modelo, fue probablemente el mejor jugador del final de los 80 y principios de los 90, integrante de una holanda exuberante que galopó por Europa con una fuerza casi insultante. No debía de pasar mucho tiempo frente al pesero e intuyo que casi ninguno en el tatuador. Es de ese tipo de persona que no tiene que pensar qué se va a poner para estar elegante, de la misma manera que puede dar un pase o meter un gol de la manera más estética posible haciendo fácil lo imposible. Dos Balones de Oro. Dos copas de Europa. Una Eurocopa. Tres escudettos. Cinco ligas holandesas. Una lesión le raptó en 1992, no volviendo a jugar de forma regular nunca hasta su retirada definitiva en 1994.
Y como colofón a esta quinta quiero hablar de Pirlo. Andrea Pirlo. Aunque sigue en activo, en NY, considero que su paso por el fútbol de máximo nivel ha concluido. Y es contemporáneo de esta generación tatuada pero por eso cobra especial interés su perfil. Barba a secas. Pelo al viento, sin tonterías. Y con cara de venir de una orgía miraba a sus rivales con tranquilidad como sabiendo que te van a caer por todos lados. Goles y quizás golpes. Pero aún así es sofisticado, es un jugador capaz de ponerse un guante de seda o de boxeo. A lomos del Milan se hizo grande y con la Juventus se convirtió en inmortal. Pirlo puede hacer lo que quiera en un campo de futbol y en la vida. De hecho no nos importa lo que haga, lo que nos gusta es lo que puede hacer si quiere. Lo que sea. No Pirlo, No party. De hecho Pirlo es él y los demás son malas copias.
Me gustaría brindar con cada uno de ellos con una Brabante. Cada uno a su estilo, cada uno con sabor pero con algo más. Porque eso es Brabante, que también es fútbol pero especial y diferente.