El romanticismo, la elegancia, el sabor de lo tradicional como reflejo de lo imperecedero se da en prácticamente todas las disciplinas de las artes. Porque vamos a hablar de coches, elevados a iconos por el séptimo arte, llevados a la cumbre del estilo por sus conductores/actores y llevados al Olimpo de las referencias imperecederas.
Hoy en día, como tantas otras cosas, el conducir ha pasado a ser un hecho aburrido, cotidiano y casi vulgar. Desde Brabante queremos recordar a estas maravillas del volante, y obligarnos a pensar que no todo debe de ser masificado, no todo tiene que ser vulgar sino que hasta lo más cotidiano puede convertirse en extraordinario.
James Bond, Aston Martin DB5 1963
Empezamos por el Aston Martin DB-5, al servicio Secreto de su Majestad, conducido por James Bond, a la sazón Sean Connery, Daniel Craig o Pierce Brozan.
Cuando se estrenó Goldfinger, la tercera película de la saga (y quizás una de las mejores) el espía británico conducía con un coche muy especial, el Aston Martin DB5 y a pesar de algunos deslices puntuales el tiempo le ha ,antenido fiel tanto al DB5 como a la marca de las alas, a quien está indisolublemente unido desde entonces.
Sus prestaciones eran (y siguen siéndolo) sensacionales, con una potencia de más de 280CV, que le otorgaban una nada desdeñable punta de 230 kmh, gestionados por un moto de 3,4l. y transmisión manual de 4 velocidades. Y si eres un doble 0 contarás con los “refinamientos habituales.
El Graduado, Alfa Romeo Spider de 1967
El joven Benjamin, recién graduado y con un confuso verano por delante, no sabe qué hacer con su vida. Una amiga de sus padres decide confundirle aún más, mientras surca su desconcierto vital en un fantástico Spider de Alfa Romeo. Su diseño, derivado del Giulietta, rentaba 120cv. que le empujaban hasta los 190kmh de punta. Es una de las cumbres del concepto roadster, en este caso transalpino en dura pugna histórica con el concepto británico.
El coche en sí mismo, lleno de encanto, brío y elegancia, llega a la categoría de mito si de él se suben y bajan sin cesar Katharine Ross y su madre Anne Bancroft (no juntas pero sí revueltas), mientras Simon and Garfunkel suenan en la América de los 60.
Lamborghini Miura, The Italian Job 1969
No hablamos de su más que digna secuela de los 90, sino de la cinta original de los 60. El trato de este largometraje a los coches roza lo sublime. La escena inicial, bajando un puerto de montaña nevado mientras suena plácidamente “On days like these” de Matt Monro es de visión obligada para todos los amantes del motor ¡Así debería de ser un viaje en coche!
El Lamborghini Miura P400 monta un V12 de 3.939 c.c. que genera una potencia de 350 CV siendo a finales de los 60 el deportivo de serie más rápido del mercado, necesitando nada más que 4,7 segundos para alcanzar los 100 km/h.
La unidad que se ve en el inicio de la cinta, de color naranja (poco habitual por aquel entonces) ha estado casi 40 años desaparecida y recientemente ha visto de nuevo la luz, para ser subastada por un valor de salida de 1,5 millones de €, siendo el valor de cierre previsto de 3 millones de €.
Bullit, Ford Mustang Fastback GT-390, 1968
San Francisco fue creada para servir de plató a persecuciones de coches siendo sin duda alguna la más recordada la de Bullit. La película, grandísima cinta de cine negro, ha sido devorada con el paso del tiempo por los estereotipos que muestra sobre todo Steve Mcqueen (él era cool, los demás son sólo imitadores) y su potentísimo y desbocado Mustang GT verde oscuro. Con su motor de 5l., dos carburadores, sobrealimentado y con 8 cilindros en línea nos ha dejado para el recuerdo la mejor persecución de la historia del cine, en la que derrotaba a su archienemigo de Dodge, el mítico Charger R/T. La mafia de Chicago, de paso por San Francisco, no lo tuvo nada fácil frente a este dúo.
Hasta aquí algunos, que no todos. Pero sí desde luego una maravillosa muestra de obras de arte del motor retratadas en el cine.